El de editar es un oficio con una doble acepción. Por un lado, refiere al arte de revisar textos propios y ajenos. Por otra parte, el trabajo de seleccionar y hacer circular publicaciones. Los estadounidenses distinguen entre editor y publisher. Editar es la competencia de leerse y leer desde la perspectiva del lector, En treinta años de vida académica se han sucedido varias oportunidades de editar, ocasiones en las que el trabajo de profesor se arrima como pocas veces al deseo. La prehistoria de ese oficio se remonta a la escuela secundaria. En el Colegio Nacional de San Isidro editaba con mis amigos Oligo, una revista de rock, poesía, humor y ciencia ficción. Entre el otoño de la dictadura y la primavera democrática, ya en la universidad, editamos Oasis, «una victoria permanente sobre el desierto» según frase de Saint-Exupéry que acompañaba al título. El final de la dictadura coincidió con la época de gloria de las revistas subterráneas. Entrevistamos a Miguel Grinberg, a quien conocíamos por Mutantia, y a Adolfo Pérez Esquivel, entre otros muchos. Colaboraban Gustavo Fontán, hoy refinado director de cine, y Carlos Battilana, amigo y esquisito poeta. Ya estudiando Letras en la Universidad Nacional de La Plata, participé de la creación de La muela del juicio con Esteban López Brusa y Mario Arteca.
Desde la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, los graduados crearon en 1997 Mediomundo, una revista profesional de comunicación, de la que fui primer director. Eliseo Verón, regresado poco antes al país, nos concedió una de las pocas entrevistas en las que se mostró en su nuevo rol de consultor. Los promotores de la publicación luego devinieron importantes escritores, periodistas y editores de medios.
Tras la crisis de 2001 empecé a publicar un ensayo semanal que enviaba a una lista de mails. Fue un protoblog, porque había comentarios de los lectores a los que yo hacía alusión en las siguientes publicaciones. Los temas eran los de la actualidad según yo los leí desde las categorías de comunicación en las que estaba trabajando. Le siguió el blog Comprensión discursiva que primero edité desde Blogger y luego desde WordPress, entre 2007 y 2014. A esta serie se suma este nuevo blog, que acompaña mi web personal.
Por entonces, yo era director de la colección Inclusiones en Comunicación de La Crujía, en la época en que Silvia Quel era la editora. Creé y dirigí durante diez años ese espacio tan apreciado por los autores latinoamericanos. Tuve el gusto de editar a Carlos Scolari, Guillermo Mastrini, Eduardo Romano, Manuel Mora y Araujo, Silvio Waisbord, Mario Riorda, Norberto Chaves, Hugo Di Guglielmo, Oscar Steimberg, Oscar Traversa, Alejandro Raiter, Paul Capriotti, Alicia Entel, Alejandro Piscitelli, Lucrecia Escudero, Mario Carlón, entre otros muchos.
Durante mi último año de gestión como Decano de la FC de la Universidad Austral creamos Austral Comunicación, la revista científica de la Facultad, de la que fui primer editor y que hoy, bajo la gran conducción de Marita Grillo y Francisco Albarello, figura en más de 25 rankings e índices, incluyendo el Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas del CONICET.
Forma parte de las tareas del investigador, en mi caso dentro del CONICET, editar publicaciones de conjunto y dossiers de journals, así como evaluar propuestas de libros y artículos para editoriales científicas. Además, los autores siempre somos editores de nuestros propios textos.
El declive de la pandemia me encuentra embarcado en otro proyecto editorial, de gran magnitud. Integro el grupo promotor y el Consejo Editorial de la editorial universitaria de la Austral. Promete ser un sello editorial digital y transmedia, en donde el texto académico o divulgativo circulará por la propia plataforma y varios canales de distribución y estará enriquecido y vinculado a diversos materiales audiovisuales. Nuestro partner profesional es Juan Gónzalez del Solar, desde En Gerundio, una plataforma de servicios editoriales, sin casa editorial.
Robin Laight, quien realizaba prensa para La Crujía, me hizo una entrevista para su tesis doctoral sobre estrategia de comunicación para editoriale, acerca de la edición académica, le dije algo que le gustó: las editoriales no venden libros, venden autores. Son lugares de interacción de los autores con los lectores. Así se conciben cada vez más las editoriales jóvenes.
El sábado 2 de octubre estuve en la Feria de Editores Independientes 2021, cuyas charlas se pueden ver en su canal de YouTube. Ahí exhibían varias de estas nuevas editoriales, que buscan facilitar el encuentro de (nuevos) los autores con los (nuevos) lectores. Me compré dos libros de dos amigos ya mencionados en esta entrada. En el stand de Factotum, La gran enciclopedia argentina de Carlos Scolari; en el de Caleta Olivia, La lengua de la llanura de Carlos Battilana.